Silencio

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Hace unos días escuché una reflexión pública sobre un tema que lo cierto es que llevaba bastante tiempo rondándome la cabeza.

Invierto muchas horas de mi vida viajando, llevo haciéndolo de forma habitual, por motivos bien diversos desde hace más de un cuarto de siglo, por carretera, volando en aviones o, mi medio de transporte favorito, en tren. Considero que, por norma general, el tren y especialmente la Alta Velocidad Española, funcionan bien, no es lo de los Ferrocarriles Federales Suizos, pero, dejando de lado las obras puntuales de algunas estaciones, bien. El tren es cómodo, relajado, puedes dormir, leer, trabajar, pasear… ¿Es o lo fue?


Algunos vagones se han convertido en templos invadidos por los mercaderes y dan ganas de emular el bíblico pasaje y al personaje principal de esa gran novela, látigo en mano. Conversaciones de móvil, personas viendo vídeos de YouTube o películas sin auriculares, escuchando música a un volumen elevado, conversaciones entre pasajeros mantenidas horas y horas… Todo esto me resulta agobiante, estresante y lo considero un acto absolutamente invasivo y falto de empatía y de respeto hacia el resto de viajeros.


Hace tiempo que intento elegir en mi billete el vagón de silencio pero hasta en estas circunstancias alguna vez me he encontrado con la misma situación que en un vagón normal. No sé si será la edad y que cada vez aguanto menos las faltas de respeto, de saber estar y de educación pero me gustaría hacer un llamamiento a que entre todos hagamos del tren un lugar agradable para viajar tranquilamente.

Ah, otro día, igual me aventuro a hablar de los viajeros de avión que antes de que el aparato se haya terminado de detener ya están poniéndose en pie en medio del pasillo y recuperando sus maletas… pero eso ya será, si acaso, otro día.

21/11/2025 Pódcast #TR120

Foto: iStock