TrailRun Nº19

TrailRun Nº19

FEBRERO 2017

La felicidad

Siempre suelo postergar y condenar a los últimos puestos en mis listas de tareas mensuales la de escribir el editorial del número correspondiente. Con ello, lejos de la simple intención de procrastinar, lo que pretendo realmente es aguardar una inspiración extra, una ráfaga divina que me apee de la montura y me haga ver la luz.

Para esta primera donación del año he estado yendo y viniendo inmerso en divagaciones de lo más variopintas, alguna de las cuales bien podrían ser fruto del febril despertar del año al que los virus gripales me han condenado, para encontrar un trasunto con el que sentirme realizado, porque no es otra cosa esto de escribir un editorial, más que un ejercicio de onanismo doméstico, público y exhibicionista, sin riesgo, profiláctico, de acabar entre barrotes.

Pues bien, en semejante trance me hallaba cuando recibí un correo con el texto de David López Castán para ‘La Huella’ de este mes, que encontraréis en la página 6, y me llegó de esta forma la clarividencia, ya tenía el hilo conductor… ¡Eureka! Hablaría de la felicidad. En el último mes del pasado año tuve la oportunidad de viajar a Lesotho para correr un ultra en las bellísimas montañas Maliba con mi inseparable Elena Moro y junto a los amigos Manu y Blacky (amics per sempre). Una semana más tarde estuve en Marruecos con mi hermano sueco Mik Helsing viviendo la aventura bereber del despertar del invierno en las montañas del Atlas junto al bueno de Zaid Ait Malek y su familia (ambos reportajes los tenéis unas páginas más adelante).

Espero que no resulte obvio el señalar que en ninguno de estos viajes me he codeado con gentes buceando en la abundancia, al menos tal y como la entendemos en nuestro mundo, en cambio, un denominador común existía entre todos ellos y era algo en cambio que cada vez nos cuesta más encontrar en nuestras calles, entre nuestros vecinos, en los puestos de trabajo y ya no os cuento entre nuestras clases gobernantes. Era la felicidad, era la sonrisa, las ganas de disfrutar de lo que se tiene, sin importar otras carencias, y de lo que la vida les pone a la puerta de casa cada mañana sin importar mucho más.

Luego volví a casa, después vino la Navidad con todo lo que esto significa y surgió la necesidad de adaptación, esa camaleónica cualidad del ser humano que nos ayuda a seguir adelante, ya no estaba en África, ya no estaba entre bereberes ni entre bantúes… Pero sin duda que el poso había quedado ahí y que mis propósitos para el año 2017, para mí y para todos los que están cerca de mí, es el de ser felices, el de buscar la felicidad, el de pensar en lo privilegiados que somos por lo que tenemos y ayudarnos los unos a los otros a sonreír. Mis mejores deseos también para todos vosotros. ¡Mucha felicidad! ¡Nos vemos en las montañas!

José Antonio de Pablo «Depa»