El origen
Desde que empecé a correr en la montaña hace ahora ya 20 años, El Cruce es El Cruce. La primera edición de la carrera argentina tuvo lugar en 2002, aquel mismo año del prácticamente recién inaugurado milenio. Obvio que por aquellos tiempos, los ecos de la prueba no cruzaban fácilmente el charco, ni las redes sociales ni «el internet» contaban con la fuerza y la velocidad con la que transitan las noticias por las autopistas de la comunicación en nuestros días: la aventura patagónica con algo menos de 200 parejas en la montaña, era poco más que un producto de consumo interno pero que ya apuntaba formas y maneras. Además de contar con ingredientes exclusivos y muy apetecibles, se celebraba en la remota región de la Patagonia, unía a pie dos países, Chile y Argentina, a través de los pasos de altas montañas que habría que cruzar en régimen de autosuficiencia, se hacía por parejas que convivían con otras en campamentos durante las tres etapas que delimitaban la aventura. Además de todo ello, venía auspiciado por Sebastián Tagle y por su Club de Corredores.
Sebastián fue un pionero nacional en las carreras o raids de aventura que presentaba credenciales junto a algunas de nuestras figuras internacionales de ese deporte como Emma Roca, Nerea Martínez, los hermanos Torres o Antonio de la Rosa, con los que compartió kilómetros y esfuerzos en algunos de los lugares más espectaculares del Planeta.El Cruce continuó evolucionando, creciendo, adaptándose a los tiempos y a las circunstancias. Algunos deportistas españoles como Martín Fiz, Chema Martínez, Oihana Kortazar o la recordada Emma Roca, probaron suerte y degustaron las mieles del éxito en diferentes momentos de la carrera.
El encuentro
Nuestros caminos finalmente se han encontrado en esta edición de 2021 y lo han hecho por todo lo alto, pudiendo vivir una edición marcada por la fiesta, la alegría, el reencuentro después de un 2020 de ausencia, y una climatología espectacular, además con el plus de que el escenario elegido fue el de Villa La Angostura, el que fuera también mi primer destino en Argentina hace ahora ya 15 años. Otro entrañable reencuentro.El paisaje que Patagonia ofrece en torno al majestuoso lago Nahuel Huapi es de una belleza salvaje ante la cual es muy fácil quedarse con la boca abierta, la vista flotando en la inmensidad y sin palabras para definir el maravilloso espectáculo.
Hay que vivirlo
Muchos ya me habían dicho que El Cruce había que vivirlo y efectivamente, me he dado cuenta que por mucho que te lo cuenten, no podrás hacerte una idea de la dimensión de la prueba, creo que se pueden contar con los dedos de una mano y nos acabaría sobrando alguno, las carreras en el mundo con un mayor despliegue de medios y de estructura logística, material y humana. Mover a 5.000 personas llegadas de 40 países diferentes, de forma eficaz y eficiente, de campamento en campamento durante una semana requiere de experiencia y dedicación. Durante el recorrido, cada pareja, cada corredor, disfruta del trazado al 100% pero el hecho diferenciador lo otorga la convivencia en cada zona de acampada, situadas en lugares idílicos, bien escogidos, rodeados de naturaleza donde lo importante es vivir y compartir en un ambiente eminentemente deportivo y festivo.
La llegada a meta de cada grupo se convierte en una exaltación de la amistad de forma contundente y la fiesta dura horas y días. Una semana después aún se veía por el aeropuerto de Bariloche a corredores y corredoras que regresaban a sus regiones o países de origen, portando de forma orgullosa sus prendas Columbia con los colores corporativos de El Cruce, túnicas púrpuras que les otorga el estatus de haber sigo parte de El Cruce, de poder decir: «Estuve allí». Yo ya lo he hecho y lo seguiré haciendo el año próximo que será la 20ª edición.
Os espero en El Cruce 2022.