Las vistas de hoy en la línea de salida compensaban con creces el frío pasado durante la noche, a pesar de dormir en un lodge, a prácticamente 4.000 metros resulta complicado pegar ojo y los comentarios durante el desayuno a las 5:30 tenían un denominador común en torno a la tortura que supone ir viendo pasar las horas, los minutos con la vista fija en el techo de la habitación, tapado hasta las cejas y con el pulso acelerado y la respiración forzada. Esa vigilia también nos ha servido a Miguel y a mí para poder admirar durante la noche, el cielo estrellado, despejado y la luna justo encima de todas esas montañas espectaculares.
La crónica deportiva de hoy, de la última etapa, de 27 kilómetros y 1.100 metros de desnivel positivo, es bien sencilla: no ha cambiado nada. Suman Rai y Miguel Heras en un mano a mano, uno atacando y el otro defendiendo los 13’ que le habían de servir de renta para llevarse la victoria final en la general. Esa lucha ha sido a cara de perro hasta los últimos 5 kilómetros en los que el nepalí se ha dirigido al bejarano y con una mirada ha bastado para que ambos entendieran que hasta ahí ya había estado bien y que se conformaba con esa segunda posición. La clasificación oficial de la etapa ha dado como vencedor a Suman con 2” de ventaja sobre Miguel y, de nuevo Gamito que ha entrado en tercera posición.
En la categoría femenina estaba todo el pescado vendido y no ha habido ningún cambio en la general siendo la victoria absoluta para Phurwa Sherpa (Nepal) que ha vuelto a dominar la etapa, segunda ha sido Chila Pérez, de Argentina, y tercera, Ester Alves (Portugal).
Sexta etapa y última. Mañana volamos desde Lukla, hasta Katmandú. Menos de media hora de viaje y de nuevo en la “civilización”. Y luego, ¿qué? Pues luego, en unos días, volveremos a nuestras rutinas, cada uno a las suyas y añoraremos esta vida de “corredores profesionales”.
Me explico: la vida en una carrera por etapas es muy fácil, más aún cuando el escenario por el que discurre cuenta con la belleza de esta Everest Trail Race by The Elements, difícil de imaginar por mucho que nos hayan contado. Digo que es muy fácil la vida del corredor profesional (bien entrecomillado) porque aquí de lo único que nos tenemos que preocupar es de levantarnos, desayunar caliente y copiosamente, vestirnos con el traje de faena y ponernos en la línea de salida, cuenta atrás y ¡a disfrutar! Cada uno a su ritmo, cada uno con su objetivo, cada uno con sus expectativas, cumpliendo kilómetros, salvando desniveles, haciendo fotos (¿Porqué no?), saludando con el característico “Namasté” a todos cuantos te cruzas por los senderos en sus más diversas versiones: senderistas, himalayistas, pastores, transportistas, niños a la escuela… Y, más tarde o más temprano, llegas a la meta, te reciben con cariño, con buenos alimentos, con el campamento montado, de nuevo comida caliente, tiempo para la siesta y el descanso, para comentar la jugada o para hablar de la vida, para conocerse un poco más o para, simplemente conocerse, para hacer tiempo hasta la cena a las 18:30, para hacer sobremesa o para jugar al tres en raya y para ir retirándose cada uno a sus aposentos que al día siguiente volvemos al lío.
Ha sido una experiencia increíble e inolvidable, dura, sinceramente más de lo que pensaba, pero me vuelvo a casa con la mochila llena, a reventar, con nuevas amistades, nuevos paisajes, convivencias con personas, algunas a las que probablemente nunca volveré a cruzarme en la vida y con un aprendizaje más, pronto un año más viejo pero, disculpad por el atrevimiento, un año más sabio. Namasté!
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Crédito foto: ©Ian Corless
