Lleida Trail Zone

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Cinco días, muchos kilómetros recorridos, 10 horas corriendo, 3.500 metros de desnivel positivo, 30’ volando, 1 hora caminando por la nieve,… Aparentemente estas cifras dan para mucho pero no son tanto cuando estamos hablando del Pirineo y las Tierras de Lleida.

Siguiendo algunas de las trece rutas marcadas por The Trail Zone en la provincia de Lleida, hemos disfrutado de una enorme variedad paisajística pero también hemos tenido la oportunidad de conocer ejemplos de personas que desde el amor al patrimonio y a su tierra mantienen en pie algunos de los castillos mejor conservados de Cataluña, como el de Montsonís desde cuya atalaya pudimos admirar la belleza de la comarca de la Noguera en una despejada noche de un cielo iluminado por un millón de estrellas. Para ganarnos ese momento de relax, antes (que no nos falte) recorrimos a golpe de zapatilla, los tracks de Lo Búnker Trail que, como os podéis imaginar, se introduce literalmente en algo que aunque no nos guste, forma parte de nuestra historia reciente, los búnkeres de la Guerra Civil Española en los alrededores de Montsonís. 

La comarca del Segriá se abrió en flor para marcarnos el trazado del Maratón del Segre entre sus despampanados y despampanantes frutales y canales de regadío, obras civiles que con su dimensión y funcionalidad cambiaron para siempre las formas de vida y de relacionarse con el campo de las personas que habitan estos vergeles. La uva también es fruta y aquí la saben cuidar con mimo para que, agradecida como es ella, podamos disfrutar de los Caldos de la DO Costers del Segre en las mesas del Castell del Remei. 

Lleida Trail Zone
Lleida Trail Zone 2 | Deparunner | Speaker

Pudimos dominar el paisaje de la Noguera desde las alturas, compartiendo espacio y tiempo, gracias a las “alas” coloridas de nuestros parapetes, con sus residentes oficiales: águilas, buitres, milanos y cernícalos. Pero las alturas también tuvimos la oportunidad de conocerlas por nuestros propios medios, de nuevo zancada a zancada, en este caso en la comarca del Pallars Sobirá, desafiando a las ley de la gravedad en su reino vertical, donde las cifras de 3,6 kilómetros y 1.685 metros de desnivel positivo aportan mística más que épica, al recorrido de la Milla Vertical de Areu. Tocamos las nieves, y disfrutamos de un agradable y soleado paseo de sobremesa en Tavascán donde los glaciares de hace millones de años esculpieron unos valles amplios y sobrecogedores que fueron testigos del éxodo humano de refugiados políticos en medio de la barbarie de las grandes guerras que asolaron Europa en el siglo pasado. 

El Urgell y el Alt Urgell nos dejaron con un buen sabor de boca y no sólo por la gastronomía de la zona sino también por el ejemplo de esas personas, familias enteras que con su esfuerzo e ilusión, fe en el ser humano y en el futuro del mismo en un planeta sostenible y con espacio para la convivencia y el respeto, han abrazado la tierra y proponen alternativas a la desolación y a la desaparición de la vida rural, luchando contra la resignación a la que parece que nos aboca el sistema. Allí, en la Seu d’Urgell conocimos el ejemplo de cómo un pequeño negocio de quesos artesanos, nacido del gran sueño de una mujer, se hace con premios en algunas de las ferias más importantes del sector. Allí, en Rocallaura (nos encanta el nombre) una familia sirve buena vida desde los fogones de su restaurante, café, tiendita de todo, biblioteca, sala de exposiciones y todo lo que se os pueda ocurrir que aporte “buena onda”.

Y buen sabor de boca nos dejó también el vertical de Santa Fe en Organyà, de 4,5 kilómetros y 650 metros de desnivel positivo, y el recorrido de Rocallaura de 18 kilómetros y 500 metros de desnivel positivo para terminar una semana redonda. 

Deporte, naturaleza, patrimonio, historia, arte en la calle, enoturismo… fueron la carta de presentación que terminó por convertirse en el hilo conductor, en el denominador común de todo nuestro viaje y de nuestra muy recomendable experiencia.